Usura

La usura, un término que históricamente ha evocado imágenes de prestamistas codiciosos y desesperación financiera, sigue siendo una preocupación en la economía moderna. Tradicionalmente definida como el acto de prestar dinero a tasas de interés exorbitantes, la usura se ha considerado durante mucho tiempo un acto tanto inmoral como ilegal, con raíces en las advertencias de las principales tradiciones religiosas y filosóficas contra la explotación de los necesitados.

En la antigüedad, la usura era a menudo prohibida por completo.  O su práctica estaba severamente limitada por leyes que dictaban tasas de interés máximas.

Estas restricciones no solo estaban impulsadas por la moralidad, sino también por el reconocimiento de los efectos desestabilizadores que la usura puede tener en la sociedad. Al sobrecargar a los prestatarios con deudas insostenibles, la usura puede conducir a la inestabilidad económica y la injusticia social, exacerbando la brecha entre ricos y pobres.

En el siglo XXI, la usura se ha enmascarado a menudo con nuevos nombres, como «préstamos de día de pago» o «créditos revolventes».  Pero el núcleo de la práctica permanece.

Estos productos financieros a menudo apuntan a los más vulnerables, ofreciendo alivio inmediato a cambio de tasas de interés que pueden atrapar a los prestatarios en un ciclo de deuda del que es difícil escapar. Las consecuencias son profundas, llevando a algunos a la bancarrota o peor, a la desesperación total.

Los gobiernos de todo el mundo han intentado regular estas prácticas mediante la imposición de límites de APR y la creación de leyes de usura para proteger a los consumidores.

Sin embargo, la regulación sigue siendo un desafío constante debido a la capacidad de las instituciones financieras para innovar nuevos productos.  Que bordean la legalidad de estas leyes.

La usura no es solo un término arcaico, sino un problema persistente que requiere vigilancia y regulación continua. La necesidad de préstamos y crédito es innegable en una economía moderna. Pero debe equilibrarse con medidas que aseguren la justicia y la protección para todos los ciudadanos, sin importar su situación financiera.

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